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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

El olvido. Un mecanismo dinámico del cerebro dormido.

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Una tarde de abril de 1929, un periodista en Moscú entró al consultorio de Alexander Luria con un problema bastante inusual: nunca olvidaba.

Luria, neurofisiólogo, se puso en la tarea de someter a prueba a quien luego se conocería como M. Lo hizo poniéndolo a memorizar largas listas de números y palabras, poemas y fórmulas científicas, todo recitado y repetido luego por M, sin una falla. Décadas más tarde, M. todavía recordaba todo, cuando fue probado de nuevo.

Pero la habilidad de M. para recordar venía con un estorbo y no uno cualquiera para su vida cotidiana. La tenía difícil a la hora de entender conceptos abstractos o el lenguaje figurativo y era malísimo reconociendo caras pues las había memorizado en un punto exacto del tiempo, con todas las expresiones y gestos. Y el señor M. no dormía bien.

La habilidad para olvidar, descubrirían luego los científicos, es tan vital como la habilidad para recordar.

“Estamos inundados con tanta información cada día, con mucha de esa información convirtiéndose en recuerdos, que nosotros simplemente no podemos manejar todo eso”, dice Ronald Davis, neurobiólogo en el Scripps Research Institute, en Florida.

Investigadores como Davis, sostienen que olvidar es un mecanismo activo que el cerebro emplea para eliminar las partes de información innecesaria, así podremos retener la necesaria. Otros se han adelantado un paso, sugiriendo que el olvidar es necesario para mantener la flexibilidad mental inherente al pensamiento creativo y a la imaginación.

Un nuevo artículo aparecido en la revista Science, apunta a un grupo de neuronas en el cerebro como las responsables ayudándole al cerebro a olvidar. Akihiro Yamanaka, neurocientífico en la Universidad Nagoya en Japón y su equipo, hurgando en diversos tipos de células cerebrales, llegaron a unas neuronas conocidas como concentradoras de la hormona melanina (MCH, por sus siglas en inglés). Lo hicieron estudiando la regulación del sueño en ratones.

A diferencia de otras neuronas en el cerebro. activas cuando los animales están despiertos, las MCH, situadas en el hipotálamo, empiezan a emitir sus señales eléctricas de una forma más fuerte cuando los animales entran en la fase REM del dormir, ese momento caracterizado por el movimiento rápido de los ojos, elevación del pulso, unas ondas cerebrales únicas, y en los humanos el momento cuando se tienen los sueños vívidos. Cuando los investigadores les hicieron seguimiento a las señales MCH en los ratones, encontraron que las células que las emitían estaban suprimiendo la actividad de las neuronas del hipocampo, esa región del cerebro fundamental en la consolidación de la memoria.

Para evaluar los efectos de las neuronas MCH en la memoria, los investigadores usaron herramientas de la genética para encenderlas y apagarlas antes de someter a los ratones a pruebas de memoria. Primera les mostraron a los ratones un juguete plástico pequeño y otro de madera que se podía explorar por todas partes. Después que los animales olieron y escudriñaron ambos objetos, los investigadores activaron o inhibieron sus neuronas MCH. Los pusieron luego en una caja donde uno de los objetos se había cambiado por otro.

Para sorpresa de los científicos, la activación de las células MCH durante el período de retención empeoró la memoria; los ratones no se acordaban de los objetos que habían visto y olido. Se aproximaban al juguete de plástico o al de madera con la misma frecuencia que al nuevo. Pero los ratones a quienes se les habían apagado las neuronas MCH se dedicaron a jugar con el nuevo objeto, indicando que habían formado recuerdos sólidos de los anteriores y que no veían la necesidad de olisquearlos de nuevo.

El cambio en el comportamiento fue tan obvio, que los investigadores pudieron, tan solo mirando a los ratones, saber cuáles tenían sus neuronas MCH apagadas. Y los efectos fueron visibles solo si las MCH eran inhibidas durante la fase REM; suprimir su actividad mientras el ratón estaba despierto o durante otro ciclo del dormir no aumentaba su capacidad para las pruebas de memoria.

“Estos resultados indican que las neuronas MCH ayudan al cerebro a olvidar de forma activa la nueva información que no es importante”, dice Yamanaka. Y como esas neuronas están más activas durante la fase REM, eso ayudaría a explicar por qué los humanos casi no recuerdan sus sueños al despertar. “Las neuronas podrían estar preparando los recursos de la memoria para el día siguiente”, añade.

Pero probablemente existen muchos procesos regulando cómo y cuando el cerebro olvida, al igual que ocurre con el de recolección de información.

“A medida que aprendemos, no solo nosotros sino otros animales, varios mecanismos pueden estar de forma lenta erosionando la memoria durante el día”, dice Davis. Los cambios en el patrón de transmisión de impulsos eléctricos de las neuronas, la debilitación de las sinapsis en el cerebro, se ha visto que contribuyen de alguna manera a pérdidas de la memoria.

Otros estudios de Davis realizados con la mosca de la fruta indican que el neurotransmisor dopamina está involucrado por igual en los procesos de la memoria y el olvido. Su teoría es que después de que un recuerdo se forma, la liberación lenta, continua de dopamina adicional dispara una cascada de reacciones bioquímicas en las neuronas que erosionan los recuerdos, lo que al final lleva a su eliminación a menos que otro mecanismo reconozca su importancia y haga su entrada para impedirlo.

“Si la memoria es tan importante para el organismo o para nosotros como humanos, entonces un interés emocional o de atención hará su aparición y ejercerá de juez diciéndole al cerebro, mantén esto, protégelo”, dice Davis.

“Tiene sentido pensar que las regiones y mecanismo del cerebro involucradas en la formación de la memoria estén también conectados con la eliminación de ella. Si quiere hacerle cambios a su casa —pintar un cuarto, digamos— y después de unos pocos meses decide ponerle otro color, lo primero será raspar la pintura anterior”, dice Davis.

“Pero estamos lejos aún, si es que alguna vez lo logramos, de poder intercambiar recuerdos traumáticos por unos agradables”, dice Yamanaka.

Claro, el estudio en ratones es relevante porque indica y señala a un grupo de neuronas especializadas en los mecanismos del olvido, pero extrapolarlo a que un encendido y apagado, artificial y exterior pueda manipular recuerdos suena y es riesgoso. Lo que sí es muy relevante es que, una vez más, se pone en evidencia que la importancia del dormir en mantener un sano equilibrio entre recordar y olvidar es invaluable.

Referencia:
Shuntaro Izawa S., et al. REM sleep–active MCH neurons are involved in forgetting hippocampus-dependent memories. Science, 2019

Más información en el Blog Cierta Ciencia

Obras de Josefina Cano:

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)

En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)


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