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En Cierta Ciencia, de la mano de la genetista Josefina Cano nos acercamos, cada quince días, al trabajo de muchos investigadores que están poniendo todo su empeño en desenredar la madeja de esa complejidad que nos ha convertido en los únicos animales que pueden y deben manejar a la naturaleza para beneficio mutuo. Hablamos de historias de la biología.

¿Miedo? Solo el justito.

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Es posible que tantísima información que circula a diario sobre el coronavirus nos sobrepase y que al final no sea de mayor ayuda. Podemos andar en círculos, entrar en unos viciosos (acaricia un círculo y tendrás uno vicioso, dijo el sin igual Cortázar), y sin sacar mayor provecho de ello. Es que el cerebro se satura con facilidad y pierde su capacidad de filtrar la información útil. De ahí que se pueda llegar a estados de ansiedad innecesarios y no se actúe en consecuencia con los peligros reales, esos que requieren nuestra atención y nuestro interés para comportarnos a tono con lo urgente a hacer.

No podemos estar echándole la culpa al virus por cosas que él no puede hacer. Él no puede tumbar la economía ni cerrar escuelas ni vaciar estantes enteros en los supermercados ni producir aglomeraciones para comprar papel higiénico. Todos esos hechos son producidos por los miedos, algunos racionales, otros irracionales.

Producir un poco de miedo puede ayudar en algunas situaciones para que las personas tomen buenas decisiones. Comprar baterías nuevas para la linterna o velas, en previsión de una caída de energía por demasiada lluvia o por la proximidad de un huracán, en los países donde estos son corrientes. Pero también puede hacer que se ponga en riesgo a uno mismo y a quienes nos rodean. Cuando las personas agotan las existencias de máscaras o de líquidos limpiadoras de manos, eso hará que quienes los necesiten más no los puedan conseguir.

Lo que es irónico es que las personas asustadas son más susceptibles a los virus y otros micro organismos. Numerosos estudios sugieren que el miedo y el estrés debilitan nuestro sistema inmunológico, dejándonos más vulnerables a las infecciones y otras enfermedades.

El miedo crónico además contribuye al incremento de problemas cardíacos, obesidad mórbida y sus secuelas, entre otros afecciones.

Las personas guiadas por el miedo no solo toman decisiones inciertas para ellas, sino que presionan a las autoridades a hacerlo. No nos corresponde hacer ese análisis a nosotros que para eso están quienes manejan los intereses públicos, pero sí, al momento de implementar medidas, seguir las venidas de quienes trabajan en la prevención y hacerlo en concordancia con la razón y el bienestar común.

Los administradores de hospitales forman parte de un grupo que puede verse en problemas muy serios para tomar decisiones. ¿Deben retrasar cirugías, hospitalizaciones para pacientes que los requieren para hacerle sitio a los pacientes con COVID-19 cuando los haya? “Lo que me preocupa a mi es que el pánico y el miedo asociado con todo esto lleve a que nuestros sistemas de salud vayan a verse sobrecargados y que las personas que en realidad lo necesitan tengan que ser dejadas de lado”, dice Paul Offit, profesor de pediatría en la Escuela de Medicina en la Universidad de Pensilvania y co-diseñador de una de las vacunas del SARS.

Como lo dijo el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo, “peor que el virus ahora mismo es el miedo pandémico”. Él y sus asesores científicos, como en tantos otros lugares del mundo, están trabajando de forma incansable para suplir los kits de prueba que son tan necesarios y con los que no contaban debido a recortes de presupuestos para la salud, en el caso de Estados Unidos.

¿Pero por qué somos tan susceptibles?

La culpa es de la evolución. El virus es nuevo y desconocido, y estamos cableados para pelear o salir corriendo cuando somos confrontados con nuevos peligros.

La evolución nos dotó con la respuesta que nos ayudará a sobrevivir. Nos ayuda a sortear las reales amenazas y ya veremos qué es mejor, si salir corriendo o enfrentar el peligro. Si nuestro cuerpo nos advierte que estamos al borde de precipitarnos en una adicción, podremos escoger si nos emborrachamos para olvidar el inminente peligro o mejor, nos olvidamos de ese último trago y nos sobreponemos a las ganas hasta manejar la bebida dentro de los límites saludables.

Algunos psicólogos postulan que el miedo es por sí mismo adictivo. Se alimenta el solito. Compartimos nuestros miedos sobre el virus con otros también preocupados quienes responden con sus propios miedos. Mientras más consultas en los medios, mayores los sustos.

¿Cuál es la mejor manera de responder a quienes están llenos de miedos insanos?

Decirles simplemente no a lo que no está basado en un conocimiento real. Separar la política y evitar las teorías de cualquier conspiración. El director general de la Organización Mundial de la Salud ha declarado. “Está bien estar preocupado y alerta, pero calmémonos y hagamos lo correcto”.

La verdad es que asistimos a una pandemia con unas características particulares: desconocida, que no se anuncia con claridad y por lo mismo se riega más fácil y cuando las personas fuera del grupo de más alto
riesgo (mayores con una, dos o más enfermedades crónicas o graves) enferman, es una gripe, sin más. Los niños sanos no parecen estar en el grupo de riesgo y el virus no se maneja muy bien en el calor. Además, y tal vez lo más importante, estamos ante una pandemia que se contendrá y curará ante nuestros ojos, por primera vez en lo que llevamos de tiempo vivido en este planeta. Siempre con la intervención infatigable de la ciencia.

¿Un poco más optimista ahora querido oyente? Razones no faltan. Los científicos trabajan sin parar en fabricar una vacuna a la mayor brevedad, y en la búsqueda de medicamentos antivirales. Los gobiernos responsables toman las medidas adecuadas y pertinentes. Corea del Sur es un ejemplo tremendo. Ahora solo quedamos nosotros para administrar nuestros miedos de la mejor manera posible, con contención, responsabilidad y la seriedad que la situación requiere. Al final aparecerán el optimismo y la esperanza.

Más información en el Blog Cierta Ciencia

Obras de Josefina Cano:

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades (Amazon)

En Colombia en la Librería Panamericana y en Bogotá en la Librería Nacional

Viaje al centro del cerebro. Historias para jóvenes de todas las edades. (Planeta)


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