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Zoo de fósiles

La mayor parte de los seres vivos que han poblado la Tierra han desaparecido para siempre. Mensualmente, Germán Fernández Sánchez les ofrece en Zoo de Fósiles la posibilidad de conocer la vida de algunas de las más extraordinarias criaturas que vivieron en el pasado y que han llegado hasta nosotros a través de sus fósiles.

Thalassodromeus, el corredor del mar.

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Hace unos ciento diez millones de años, a principios del Cretácico, el clima del nordeste de Brasil era tropical, semejante al de hoy en día. La vegetación, entre la que abundaban las cícadas y las coníferas, estaba adaptada a ambientes secos. En la región habitaban cocodrilos, dinosaurios, tortugas y una gran variedad de pterosaurios, entre los que destaca por su gran tamaño Thalassodromeus.

Solo conocemos esta especie por un cráneo roto y algunos fragmentos dudosos, pero es suficiente para distinguirlo de otras especies conocidas. Los fragmentos del cráneo se recolectaron en 1983 cerca de la población brasileña de Santana do Cariri, en la cuenca de Araripe, pero la nueva especie, Thalassodromeus sethi, no se describió hasta 2003. El nombre genérico, Thalassodromeus, significa “corredor del mar”, porque los autores de la descripción, los paleontólogos brasileños Alexander Kellner y Diogenes de Almeida Campos, encontraron semejanzas entre el pico y el cráneo de Thalassodromeus y los del rayador americano (Rynchops niger), un ave de las costas y ríos de América; y propusieron que la forma de alimentación de ambas especies era la misma. El rayador americano vuela a baja altura sobre la superficie del agua, con el extremo de la mandíbula inferior sumergido para atrapar por el tacto peces pequeños, insectos, crustáceos y moluscos. Pero los estudios biomecánicos indican que la energía requerida para este tipo de pesca sería excesiva para cualquier pterosaurio de más de un kilo de peso, y además, las tensiones que habrían sufrido las mandíbulas de Thalassodromeus con este modo de alimentación habrían sido demasiado grandes. De hecho, el modelo de aluminio que se utilizó como pico de Thalassodromeus se rompió en las pruebas. El nombre específico sethi alude al dios egipcio Set, porque, según Kellner y Almeida, la gran cresta ósea que adorna la cabeza de este pterosaurio recuerda vagamente, vista de lado, a la corona de Set, una de las mitras que portaban los faraones egipcios. Aunque otros paleontólogos han señalado después que la cresta se parece más a otra corona egipcia, la del dios Amón, adornada con dos largas plumas paralelas. No estuvieron muy atinados con el nombre los descriptores de la especie, pero, una vez publicado, un nombre científico se mantiene. Así son las reglas de la nomenclatura zoológica.

El cráneo de Thalassodromeus es enorme y muy robusto, con mandíbulas desdentadas de bordes afilados y fuerte musculatura. Es uno de los mayores cráneos entre los pterosaurios conocidos, con una longitud de más de un metro y cuarenta centímetros, y proporcionalmente al tamaño corporal, uno de los mayores de todos los vertebrados. Tiene forma fusiforme, aerodinámica, adaptada para el vuelo. Las mandíbulas en forma de pico miden 65 centímetros de longitud; no está claro si eran rectas o el extremo se curvaba hacia arriba o hacia abajo; el estado de conservación del fósil no permite determinarlo.

La cresta se extiende desde el extremo de la mandíbula superior hacia atrás y hacia arriba. Es muy plana y ligera, con un espesor que varía entre un centímetro en la base y la parte delantera, y un milímetro en el extremo posterior, que está marcado por una característica hendidura en forma de V, que es la que hace pensar en la corona de Amón con sus dos plumas. En los adultos, la cresta casi dobla en longitud y altura el tamaño del resto del cráneo.

La superficie de la cresta de Thalassodromeus presenta surcos muy visibles que son prácticamente idénticos a los que aparecen en muchos animales vivientes en los huesos que están recubiertos de queratina, como el pico de las aves y los núcleos de los cuernos de algunos mamíferos. Podemos deducir que la cresta de este pterosaurio también estaba recubierta con una funda de queratina, por lo que su tamaño en vida podía ser aún mayor. Hay además un surco muy profundo a cada lado del cráneo, que recorre la cresta longitudinalmente, desde el punto medio del pico hacia arriba y hacia atrás, y que es seguramente la marca de la línea de unión de dos placas de queratina, como ocurre también en el pico de algunas aves. Estas dos placas debían de ser claramente distinguibles en vida del animal, y quizá hasta tenían colores diferentes.

Según los estudios sobre el crecimiento de la cresta de los pterosaurios talasodrómidos, grupo al que pertenece Thalassodromeus, la placa superior es más corta en los ejemplares jóvenes y no llega a cubrir el cráneo, y está separada de la placa trasera, más larga. El crecimiento de la cresta hacia atrás por encima del cráneo es bastante tardío, y está relacionado con la maduración sexual.

Se han propuesto varias funciones para la cresta de Thalassodromeus, que no son incompatibles entre sí. La red de vasos sanguíneos en su extensa superficie indica que podía servir para la termorregulación, para disipar el calor producido en momentos de intensa actividad, como la caza y el vuelo. Pero las membranas de la alas y los sacos aéreos que ocupan los huesos huecos de los pterosaurios son más eficaces en el control de la temperatura que una cresta. Otra posible función es la exhibición, para el reconocimiento de los miembros de la propia especie, para espantar a los depredadores o en las paradas nupciales; para ello, la cresta estaría seguramente coloreada, y en el último caso podría ser distinta en cada sexo; de momento, como solo disponemos de un ejemplar, no podemos saberlo. No se han hecho estudios aerodinámicos para saber si la cresta podía usarse en vuelo como un timón, aunque su desarrollo tardío hace improbable que esta fuera su función primordial.

Aunque solo conocemos el cráneo de Thalassodromeus, se calcula que era tan alto como un ser humano, y tenía una envergadura alar de unos cuatro metros y medio. Como en otros pterosaurios, su cuerpo estaba cubierto de fibras semejantes a pelos. Se supone que, como sus parientes más próximos, tenía las patas traseras casi tan largas como las delanteras, si no tenemos en cuenta el largo dedo que sostiene las alas. Esto le permitía desplazarse en el suelo con facilidad. Las hipótesis más recientes sugieren que, con sus fuertes mandíbulas, Thalassodromeus se alimentaba en tierra, de forma similar a como lo hacen las cigüeñas, y era capaz de matar y devorar presas relativamente grandes, sobre todo si su pico estaba curvado. Un hueso curvado es menos resistente a la compresión que uno recto, pero mucho más a otros tipos de tensiones. Así que se podría partir con más facilidad al golpear de frente, dando un picotazo, pero habría sido capaz de morder y sujetar grandes presas. Como el estado del pico del único fósil que conocemos no es lo bastante bueno para saber su forma con seguridad, habrá que esperar a que aparezcan más fósiles para dilucidar el modo de alimentación de este gran pterosaurio.

OBRAS DE GERMÁN FERNÁNDEZ:

Infiltrado reticular
Infiltrado reticular es la primera novela de la trilogía La saga de los borelianos. ¿Quieres ver cómo empieza? Aquí puedes leer los dos primeros capítulos.

El expediente Karnak. Ed. Rubeo

El ahorcado y otros cuentos fantásticos. Ed. Rubeo


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