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En nuestros estudios de bachillerato aprendimos que en la Naturaleza hay dos formas fundamentales de ganarse la vida. Una consiste en fabricarse la propia comida a partir de compuestos minerales y energía solar, y la otra, en aprovecharse del trabajo de los primeros y robársela, ya sea utilizándolos como alimento o consumiendo de sus desechos. A los primeros pertenecen las plantas o las algas verdes y se conocen como “autótrofos”. En el lado opuesto están los “heterótrofos”, entre ellos estamos nosotros, los demás animales, los hongos y otras criaturas. Pero no acaba ahí la historia, como nos cuenta María del Carmen Muñoz Marín, Investigadora de la Universidad de Córdoba, hay seres que utilizan ambas estrategias, es decir, son capaces de capturar la energía del Sol para fabricarse sus propios alimentos a partir de compuestos inorgánicos y, cuando la ocasión es propicia, pueden alimentarse de la materia orgánica que los rodean. Estos son los “mixótrofos”. Podríamos pensar que los mixótrofos son unos “bichos raros”, una minoría, pero os sorprenderá saber que, no solamente abundan, sino que les debemos la vida porque generan el 50% del oxígeno que respiramos.
Los dinosaurios acorazados forman el suborden de los tireóforos, que significa “portadores de escudo” en griego. Los tireóforos evolucionaron de pequeños dinosaurios herbívoros bípedos corredores. Aparecieron en el continente septentrional de Laurasia, que más tarde dio origen a Eurasia y Norteamérica. Hoy hablamos de Scutellosaurus, que vivió en Arizona durante el Jurásico inferior, hace alrededor de 196 millones de años. Emausaurus, que vivió en el norte de Alemania quince millones de años más tarde, y representa la transición de la bipedia a la cuadrupedia. Mejor conocido es Scelidosaurus, de cuatro metros de longitud y poco menos de trescientos kilos de peso, que vivió hace 190 millones de años en lo que hoy son las islas Británicas.
En 1926, en el Hospital Peter Bent Brigham de Boston, el Dr. John Fulton examinó el caso de un marinero de origen alemán, Walter, aquejado de severos dolores de cabeza y de una visión pobre. El paciente se había quejado de la presencia de un ruido en su cabeza. El Dr. Fulton comprobó que, en efecto, la visión de Walter era mala y comprobó también que, si se aplicaba un estetoscopio a la parte occipital de la cabeza de Walter, ¡se podía oír un ruido! Aquél caso abrió las puertas a un conocimiento que permitió desarrollar mucho después una nueva tecnología conocida como tomografía por emisión de positrones (PET).
La ficción y la ciencia ficción han jugado sin reparos con la posibilidad de que los seres humanos perduren en el tiempo en estado de animación suspendida. Desde los cuentos infantiles, como el de la Bella Durmiente, hasta las historias de viajes espaciales de larga duración, nos han presentado a personas capaces de sobrevivir durante un tiempo indefinido en estado latente, sin perder un ápice de su lozanía, sin que sus tejidos mueran y sin que su corazón o sus músculos lleguen a atrofiarse. Pero son solo historias imaginadas, la realidad es muy distinta. La realidad es que los seres humanos no podemos entrar en animación suspendida. Sin embargo, ciertos experimentos científicos parecen indicar que esa posibilidad podría ser real en el futuro. Ulises lo cuenta hoy en este programa, os invito a escucharlo.
Las neuronas se comunican entre ellas mediante impulsos eléctricos producidos por las reacciones químicas que ocurren en las uniones y terminaciones neuronales. Esas reacciones liberan iones, de potasio o sodio que son transportados por los llamados canales, canales iónicos que se encargan de su conducción. Un estudio reciente, realizado por neurocientíficos del MIT, ha comprobado que los humanos tenemos una gran diferencia con el resto de animales: el número de nuestros canales iónicos es considerablemente menor. Las neuronas humanas, con sus propiedades fijadas por la evolución son únicas y diferentes. Los neurocientíficos creen que esa densidad menor sería la forma escogida por la evolución para gastar menos energía bombeando iones, lo que le permite al cerebro usar esa energía ahorrada en algo mejor, como crear mayor número de conexiones, sinapsis, entre las neuronas o hacer que los potenciales de acción se sucedan en una proporción mayor.
Existen curiosos organismos, denominados mixótrofos, que que no parecen encajar del todo en la clasificación tradicional que hace la Biología entre organismos consumidores y organismos productores. La Ecología define a los organismos que producen su propio alimento como productores o autótrofos. Estos organismos fabrican su propia comida mediante la fotosíntesis. Los consumidores, también llamados heterótrofos, no producen su propio alimento; sino que, para alimentarse, dependen de la energía y materia que extraen de alimentos ya producidos por otros. Hoy hablamos de Mesodinium Rubrum, un versátil microorganismo del plankton marino que es capaz de adaptar la maquinaria celular de sus presas y modificar la suya propia para empezar a producir su propio alimento usando la luz solar. Para que nos entendamos, es algo así como si nosotros, tras ingerir una suculenta ensalada verde, fuéramos capaces de realizar la fotosíntesis, y así no tuviésemos que volver a cocinar durante una temporada.
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Un estudio realizado por casi un centenar de científicos de diversos países ha monitorizado las señales sísmicas de alta frecuencia durante el confinamiento por COVID-19 y ha detectado una reducción del ruido sísmico de hasta el 50%. Las bacterias del género Bartonella son capaces de estimular el proceso de generación de nuevos capilares sanguíneos, lo que genera nuevas células en las que estas bacterias pueden vivir. Investigadores de la Universidad de Leiden y del Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO) han tomado la primera imagen de una estrella joven, parecida al Sol, acompañada de dos exoplanetas gigantes. El análisis de la estructura de los anticuerpos contra el SARS-CoV-2 indica que la mayoría proviene del empleo de uno solo de los múltiples fragmentos génicos que los linfocitos B emplean para fabricar los anticuerpos. Este conocimiento puede permitir la generación de anticuerpos de diseño muy eficaces contra el coronavirus.
En el programa de hoy emprendemos un viaje en el tiempo hasta uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de la vida en la Tierra. Sucedió hace 66 millones de años y fue el fin del mundo para muchas criaturas, entre ellas, los dinosaurios. Un conjunto de investigaciones han revelado que fue el impacto de Yucatán y no las erupciones volcánicas de Deccan el culpable de la extinción en masa del Cretácico-Paleógeno. Y tres investigaciones más ofrecen un relato de lo sucedido durante las dos primeras horas después de la catástrofe en tres lugares: El centro del cráter de Chicxulub y a 1.500 y 3.000 kilómetros del lugar del impacto. Además hablamos de la genética del caballo y contestamos a una pregunta.
Hace unos días, paseando por el campo, me detuve a disfrutar del paisaje. Ante mis ojos se ofrecía la tierra desnuda, salpicada en algunos puntos por el reflejo del agua de un riachuelo y las montañas lejanas. Elevé la vista y, más arriba, las nubes formaban una cubierta gris que se alejaba también hasta juntarse con la tierra, allá en el horizonte. Entre ambas, una extensa región de aire transparente separaba la tierra y del mar de nubes. Tierra, aire y nubes, un sándwich natural al que estamos acostumbrados. Pero ¿por qué es así? ¿qué razón obliga a las nubes a estar allí a lo alto, desplegadas como un inmenso paraguas? Una nube puede contener mucha agua, si es así, ¿por qué no cae por su propio peso? ¿cuánta agua puede contener una nube? Hoy respondemos a estas preguntas en “La Ciencia Nuestra de Cada Día”.
Ibn Tufayl, nacido en Guadix (Granada) en el siglo XII, es casi con completa seguridad el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue un fiel seguidor de Avempace y se interesó particularmente por el éxtasis intelectual de Avicena y el sufismo de Algacel. Ibn Tufayl también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del antiguo Al-Andalus. Mas tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Pionero de la revolución anti-ptolomaica enraizada en las enseñanzas de Aristóteles, Ibn Tufayl negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban solo en la Geometría. Su obra ““El filósofo autodidacta” se ha conservado y ejerció una gran influencia en la literatura europea.
En diciembre de 1772, con 65 años, Linneo dimitió como rector de la universidad de Upsala por motivos de salud. Entre 1774 y 1777 sufrió tres ataques de apoplejía, lo que ahora conocemos como ictus, y el 10 de enero de 1778 murió en Hammarby, su residencia de verano. Los tres últimos apóstoles fueron sus discípulos en sus últimos años de universidad, entre 1760 y 1770, aunque no emprendieron sus viajes hasta las décadas siguientes. El primero de los tres, Carl Peter Thunberg, viajó a Japón y recolectó especímenes e información sobre la fauna y la flora japonesa. El penúltimo apóstol, Göran Rothman, viajó a Túnez y Libia, la agitación social que reinaba en la región le impidió internarse tierra adentro, así que recolectó muy poco material. Adam Afzelius, el último apóstol de Linneo, hizo dos viajes a Sierra Leona. En el transcurso del segundo viaje, un ataque francés a la colonia inglesa de Sierra Leona, en septiembre de 1794, le hizo perder gran parte de sus colecciones y diarios de viaje.
Los viajes de Gulliver es un cuento que estimula nuestra imaginación con la posibilidad de que una misma persona (Lemuel Gulliver) pueda ser un gigante en la tierra de Liliput, en donde es doce veces más grande que sus habitantes, o un ser minúsculo en la tierra de Brobdingnag, doce veces más pequeño que las personas que allí viven. Con esta idea en mente, les invitamos a descender escalonadamente por el mundo microscópico, disminuyendo mil veces el tamaño en cada escalón. Así, una persona de tamaño medio podrá compararse con una hormiga, una bacteria, un virus, un átomo, un protón o un quark… y continuará empequeñeciendo hasta alcanzar el mínimo tamaño posible en un espacio gobernado por la geometría clásica. Ése límite se denomina “longitud de Planck”.
Algunos insectos son tan familiares que pasan casi desapercibidos, por más que estén presentes en casi todos los lugares que visitamos. Un saltamontes es un buen ejemplo de ello, a pesar de que sus larguísimas patas traseras tienen un atractivo especial, especialmente en los niños, son tan comunes que casi no los vemos. Hoy son protagonistas en un reportaje de Rosa Lencero. Después D. José Rafael Esteban Durán, entomólogo e investigador del INIA, habla del comportamiento de algunos insectos, los sonidos que emiten, la forma de reaccionar ante la luz y su comunicación mediante sustancias químicas.
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